{El vecino}

La Cuatro
4 min readApr 13, 2023

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ESP

Como anuncié el anterior jueves 30 de marzo en Mi cuerpo que duela (ii), esta es una historia dentro de la historia. Vamos a establecer como símbolo un { } para estas micro-historias. Así que, hecho el pacto, si ven una {storie}: es una matrioshka. Hola, de nuevo.

Pellejo. Placer. ¿Vergüenza? De nuestra relación solo me avergüenza una cosa y es su inclinación política: alzaré la voz virtual y diré “me comí a un tibio, y lo disfruté”. Nos conocimos por bumble. Hicimos match. Nerd y fetichista (¿será un factor común de lxs nerds?), egresado de Ciencias Políticas de una Universidad algo cuestionable (precisamente) por su inclinación política; y baterista. Me comí a un Sergista que no se llama Sergio. A un Fajardista que apoya a ese Sergio (horror). Y me lo comí muchas veces.

Prejuicios fuera, nuestra interacción empezó en marzo del año pasado. Justo el fin de semana en que Kevin se fue de viaje a Florencia, Caquetá (destino muerte que yo ignoraba y él también, todos). Como mi novio no estaba en la ciudá y estaba algo aburrida, rescaté una vieja conversación de Bumble y, al preguntarnos las coordenadas, resultamos ser vecinos vecinísimos: dos cuadras nos separan, apenas.

Salimos por unas cervezas, hablamos y jugamos con preguntas a conocernos más: que qué nos gustaba hacer, que qué serie veíamos, que qué nos gustaba en el sexo. Hasta ahí, en mi entendimiento y mi proceso de reincorporación a la monogamia, no había una infidelidad (no, no la hay); seguimos conversando hasta la medianoche, momento en que cambiamos de locación y fuimos por una hamburguesa, conociendo ya la comida callejera nocturna disponible del barrio.

En un breve momento de tensión sexual tuve que hacer dos precisiones: 1. “no me gustan los besos” y 2. “tengo novio”. Ya. Aumentó la tensión sexual pero no sucedió algo más que un abrazo y un leve roce en mi cintura a la despedida. Llegué, me masturbé y dormí como una monógama cualquiera. Fácil… mmm, ¿cierto?

¡Pum! 2 días y mi novio había muerto. Estupefacción. Incredulidá. A continuación publicaciones en mi whatsapp, fotos que van y vienen en mi facebook lamentando lo que pasó con mi novio, un breve momento de shock virtual que se expresó en retirar todas mis fotos de perfil de redes sociales… voltaje, más voltaje, confusión. De todas mis ex parejas, entuques, vínculos, relaciones: ninguno tuvo una palabra para mi evidente luto.

Nadie dijo nada excepto el vecino con el que comí hamburguesa a medianoche y conocí por bumble. El veci me llamó. Me dió sus condolencias. Me propuso hablar o salir, lo que necesitara. Agradecí. No creí necesitar nada hasta que llegó el reflejo de la libido, la necesidá del cuerpo que duela.

Seguimos en contacto, virtual. Cuando murió también su gata nos acompañamos y, casi dos meses después de la muerte de Kevin, decidimos vernos. Sabíamos que íbamos a tener sexo. Sabíamos, instintivamente, que lo que nos podíamos dar era placer y un espacio seguro para omitir por completo nuestros duelos. Todavía intento elaborar cómo tuvimos esa certeza tan grande. Cómo se olía en el aire. ¿Eran las hormonas y ya? ¿Nuestra pituitaria simplemente decodificó esa información no verbal? No lo sé.

Le abrí la puerta más de 30 veces en todo un año y siempre pasaba lo mismo: me manoseaba, me daba un beso en la mejilla y nos quitábamos la ropa. Decidíamos por un micro-segundo dónde hacerlo: sala, comedor, hamaca, estudio, baño, cocina, hall, habitación.

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Utilizamos todo tipo de lubricantes, juguetes, dados, materiales, texturas. Probamos diferentes poses, velocidades, olores, sonidos, flexiones. Gritamos con todas las vocales. Extendimos el cuerpo en cada baldosa. Gruñimos, halamos, metimos, presionamos, frotamos, lamimos, pellizcamos, abrimos, rozamos, jadeamos, mordimos, complacimos, callamos, mojamos, temblamos, abrazamos, latimos, suspiramos, poco hablamos, poco preguntamos. Animal, feroz, máximo.

En promedio nuestros encuentros sexuales duraban 4–5 horas. No miento. Nos vimos casi semanal desde mitad de mayo hasta febrero de este año. Nunca hablamos de mi novio muerto. Nunca se quedó a dormir. Siempre nos vinimos ambos.

Terapia del cuerpo. Instinto. Abrirse con orgasmos a la vida. Crujido. Gemir al barrio. Gemir a la noche. Gemir al horror de la pérdida. Caída. Vértigo delicioso.

Gracias por tanto goce, vecino. Y gracias a ustedes siempre por leer, entrar conmigo al cuerpo. Deseo mucho deseo para ustedes.

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