Bienvenida al club de los 27

La Cuatro
3 min readMar 5, 2023

--

Bogotá, Plaza de las Nieves

Ha pasado un año y aún no sé cómo escribir esta historia. Dónde empezar. Cómo empezar a recopilar todo lo que experimentamos y lo que luego, me quedé experimentando yo, sola, tras la muerte de Kevin.

Kevin era mi novio, de 27 años, editor y crítico, graduado de Estudios Literarios de la gloriosa Universidad Nacional. Pasado mañana se cumple el primer año de su muerte.

A veces tengo muchas preguntas, a veces, como un nudo, se acumulan palabras, momentos, recuerdos, aparentes premoniciones de su muerte. A veces: solo silencio. A veces un miedo atroz a esculcar en mi mente, a buscarle pies a esta historia, a veces esa necesidad de contar algo, contar lo más mínimo, tratar de sacar y entender a través de múltiples lenguajes lo que (nos), digo, le, me pasó. ¿Las cosas nos pasan? ¿O es el mero vicio de hacernos protagonistas de ciertos eventos, de creernos el ombligo del mundo? Pero a mí me atravesó su muerte y a veces la siento tan mía que me aterra y me impulsa a callar y escribir. Callar y escribir. Darle aire a una herida que ya cumple un año.

De bruces a un año, mi primer año soltera. Sí. Nunca pasé más de 3 meses soltera. De bruces a la pérdida de Kevin y de mi otra pareja, Miguel. Dos (2) novios finalizando 2022 y unos ¿cuántos? ¿cuatro (4)? vínculos o encuentros casuales… para terminar en marzo del 23 con cero (0). Y entonces, ¿el poliamor? ¿Y tantos vínculos qué? ¿Para qué? ¿Cuántos permanecieron en mi/el luto? ¿Cuántos me apoyaron, me mandaron un mensaje, aunque fuera un meme salvavidas en el duelo? Ninguno. La cuenta sigue bajando: cero (0) atina el marcador. No juzgo pero creo que tiene que ver con una sensación solemne que tenemos ante la muerte, también una creencia de que es algo “delicado” y quizá sí lo sea. No estoy segura. Creo que es porque a la gente le cuesta hablar de y en la muerte. No saben cómo. Le temen. Y temen por reflejo a la viuda, a la madre desgarrada por la pronta partida de su hijo. A la huérfana.

Así que mucho gusto, una huérfana desde los 6 que enviudó a los 26.

Mirarme, hablarme, supongo, en ese momento, era mirar a la muerte y reconocer que te la habías follado hacía unos días. Me sentí incómoda, repelida; también alejé a propósito a los otros. Me senté a mirar en los parques, sola, a leer en las últimas gradas de los coliseos, y pasear por la ciudad como una leprosa que teme contagiar a alguien con su tristeza.

Comienzo a sentir una punzada en las piernas. Llevo escribiendo esta storie, de a pocos, cada día durante 2 semanas. He sentido cómo se acumula el dolor en zonas extrañas del cuerpo, cómo aparecen pensamientos intrusivos y cómo solo me ayuda meditar o dedicarme por completo a mis clases de lengua de señas. He encontrado en el mutismo absoluto una forma de escampar el duelo, un método que apacigua el miedo a escribir sobre el proceso y lo que hallé en la muerte, la angustia de lo que (a veces) parece una carga: seguir viva con responsabilidad y esperanza ocasional.

Aquí empieza la historia, dando tumbos, saltos, digresiones que no van a ninguna parte y por eso señalan una herida que nos duele a todos.

Bienvenides todes a leer(nos). Gracias a quienes me sostuvieron este año. Gracias siempre por leer.

--

--